¿Quiénes somos?
Somos
dos granos de arena en la inmensidad del universo.
Como
el mar de mi añoranza.
De
un azul que recordaba el brillo de sus ojos,
presos
del temor de mi partida.
Ocultos
tras una cortina de lágrimas.
Que
mojaban sus labios reclamando un último beso.
Ambos
supimos en ese momento que sis ojos y los míos no volverían a
cruzarse jamás.
Pero
nuestras almas quedarían rasgadas, víctimas del mismo puñal.
La
miré, la volví a mirar, intenté retener en mis retinas su imagen,
cogí la maleta, la abracé una última vez y me dispuse a cruzar el
arco de seguridad.
Sabía
que ella estaba todavía allí, en el mismo sitio, inmóvil esperando
un último gesto en la distancia.
Esperando
un ápice de esperanza al que poder aferrarse.
Esa
fue la última vez que la vería, pero su imagen y su voz vuelven a
mí todas las noches.
Pero
en nuestro corazón siempre quedará la cicatriz más dura que
existe: el vacío.
En
cada aliento siento su aroma a jazmín y a olvido.
En
cada sonido su susurro diciendo no te vayas.
Quizás
sea el dolor el único que llene el vacío.
Pero
el dolor, al menos, ya implica un sentimiento.
Y
yo dejé de saber lo que era sentir.
Ella
sustituyó dolor con amor, amor por otra persona,
Yo
estaba devastado.
Entonces
el vacío se apoderó de todo mi ser, ya no podía más, ¿por qué
seguía luchando contra tanto dolor?
Cogí
el primer recipiente del estante, tenía mi nombre impreso en él.
Cogí
la botella de whisky, quité el tapón y empecé a tragar una a una
las píldoras del recipiente, 42 para ser exactos, me fui a la cama,
para que el vacío se llevara consigo el cuerpo de este hombre
atormentado.
Alfonso Casado (Meh) y María Sánchez Gran